Bostronizo desde Pando |
En el Libro de Actas no se encuentra una descripción de Bostronizo pero, a partir de las actas que se encuentran en él, se pueden recuperar aspectos del pueblo, algunos hoy desaparecidos, otros que permanecen y que nos permiten reconstruir de algún modo su forma y su historia recientes.
De la historia anterior a la vinculada al dominio monacal de Silos, solo tenemos la posible relación con la época cántabro/romana que sugieren la existencia de un posible castro cántabro en el Cueto Moroso [Eduardo Peralta Labrador, “Los castros cántabros y los campamentos romanos de Toranzo y de Iguña. Prospecciones y sondeos (1996-97)”, en: Las guerras cántabras, coord. Martín Almagro Gorbea y otros, 1999, pp. 210 y s. Y Los cántabros antes de Roma, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000, pp. 79, 210]
y los topónimos, no poco significativos, que perduran: El Castro, La Calzada, Somavía… vocablos todos ellos que remiten a la época romana.
Volviendo a momentos más cercanos, a la pregunta 22 de las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), los vecinos
«Dijeron componerse esta población de sesenta y cuatro casas habitables y una arruinada y que ninguna paga pensión por su suelo.»
Actualmente hay en el pueblo 105 edificios que pueden considerarse 'habitables' de los cuales están ocupados de forma permanente algo menos de un tercio, 15 se pueden considerar en “desuso permanente” y el resto tienen un uso temporal. Las cuarenta y una casas que se han construido en estos dos siglos y medio largos, se hicieron en distintas épocas, pero las épocas más activas en este sentido fueron los años veinte y la década de los cincuenta del siglo pasado.
También cambió la distribución de las viviendas y el propio tipo de construcción. La distribución de la casa más característica, hasta los cincuenta del siglo XX, divide el edificio en dos partes: cuadra y pajar, mayores que la vivienda, en la parte trasera; en la parte delantera, portalón para carro y aperos de labranza y un cuarto como gallinero o cuarto de trabajo a pie de calle; vivienda en el piso superior incluidas, con frecuencia, un par de alcobas ganadas al pajar y desván bajo cubierta; a veces una tercera planta.
Al exterior, el frente constaba en el piso superior de balcón en dos terceras partes de la fachada, y cocina adelantada como el balcón en el tercio restante o balconada en todo el frente. Aún se conservan algunas casas con esta distribución, pero la mayor parte de ellas integró el portalón a la vivienda y a veces el balcón.
Las casas posteriores a los años veinte del siglo pasado, alargaron el balcón a toda la fachada del piso superior o lo suprimieron y con frecuencia suprimieron el portalón, al menos de la parte delantera.
El tipo de construcción también cambió con el paso del tiempo: las construcciones más antiguas utilizan una piedra más irregular y se arma también de modo más irregular; en las más recientes la piedra es más regular y también es más regular la construcción a matajunta.
En el sillar, a partir de la construcción de
las grandes casas de la entrada del pueblo en los años veinte, se prescinde del alisado
abujardado de la cara vista, se alisan solamente los contornos del bloque a
cincel y queda el resto de la cara vista del sillar con una especie de
almohadillado basto.
Del aspecto exterior de los edificios del
pueblo, lo más llamativo fueron las portaladas que cerraban al exterior los corrales. Actualmente solo se conservan cinco de ellas, pero hubo más. Hasta los años sesenta del siglo pasado aún se
conservaban otras tres o cuatro.
y mucho después de las existentes y las que faltan, que deben ser del siglo XIX, como se indica en una de ellas, se construyen otras más modestas o más lujosas.
La portalada debía ser el lugar del escudo de armas familiar, pero en Bostronizo, que también tuvo vecinos pertenecientes al estamento noble, al contrario que en el resto del valle, no hubo ninguna afición por los escudos de armas; solo la portalada de la casa del cura lleva el escudo de Santo Domingo de Silos y solo otras dos casas llevan algún
distintivo de este estilo y lo tienen en el hastial: en una encontramos un pequeño escudo que constaría de dos barras horizontales y se remataría con una rudimentaria corona. En la otra, que originariamente era una torre, y aún se la denomina así en las transmisiones del siglo XIX y principios del XX, encontramos la cruz de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, más tarde Caballeros de la Orden de Malta, que aún poseían bienes en Bostronizo en la época del catastro del Marqués de la Ensenada (1753).
El núcleo urbano del pueblo tenía cerrados, mediante portillas, todos los accesos a las mieses, como mandaban las ordenanzas y señalan los acuerdos adoptados por el concejo: en el acta de 25 de marzo de 1894, los miembros de la Junta se encargan de revisar las portillas de las mieses y se fija la multa de veinte céntimos a quien avisado dos veces no la cerrare y de cuarenta céntimos a quien dejare portillas abiertas. En los rendimientos de cuentas, como el de marzo de 1925, se consignan los gastos de reparación de las portillas, que suman la importante cantidad de 184,75 pts. y en otras, como la de 24 de diciembre de 1939, el concejo, presidido por José Gutiérrez Husillos
«concede a Benito Barreda la construcción de una portilla para la mies de Jedío en la cantidad de cincuenta pesetas por ser la proposición más ventajosa».
En la foto de la izquierda, de los años veinte, se aprecia la portilla que cerraba lo que hoy es la carretera; y todavía a la izquierda del dibujo de Sanz Saiz, de los años sesenta, se dibuja una de las portillas que guardaba la mies de Jedío.
Hasta 1917/1920 no entró en servicio la carretera actual, pero en su prolongación por el pueblo no lo hizo hasta 1950.
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Grupo de mozas de Fraguas sobre los materiales de arreglo de la carretera (foto de Castillo/Quijano) |
El 24 de junio de año siguientes se aprueba en concejo presidido por Antonio Marcos y sus vocales la instalación de un alumbrado público.
«El alumbrado público se pondrá en la siguiente manera: se colocarán seis luces repartidas por todo el pueblo en los sitios que mejor luz den. De estas luces, el pueblo pagará el cincuenta por 100 en la forma siguiente: se hará un reparto por partes iguales a todos los abonados, que se recargará al recibo todos los meses que lo cobrará un empleado de la compañía. El otro cincuenta por 100 es un descuento que la Electra Pasiega hace al pueblo en agradecimiento por dejar tirar la línea o tendido»
¡Ay! Las seis bombillas dieron muchos quebraderos de cabeza a Quinillo, y costaron más de un zapatillazo a muchos críos, que voluntaria o involuntariamente hicieron a las seis indefensas bombillas diana de sus piedras, no del balón, que escaseaba.
Es muy antiguo el corro bolos, donde se ubicaba una de las citadas bombillas y que en algún momento se propuso como ubicación de las nuevas escuelas (Alguna página le dedicaremos más adelante a sus célebres concursos)
En Acta de la Junta presidida por Elías Fernández de 20 de enero de 1919 se acuerda subastar el corro de bolos por dos años. El que más ofreció en la puja fue el propio Elías Fernández Saiz, que ofreció sesenta y cinco pesetas por los dos años.
«El veinticuatro de julio de mil novecientos cincuenta y cinco, se acuerda reformar la pared del corro de bolos plaza del pueblo y arrimar la pared a la finca del vecino D. Ignacio Quevedo, permitiendo, tanto a este como a sus sucesores, en caso de edificar en la huerta que hoy existe, abrir huecos de ventanas, pero nunca de puertas a dicha bolera» El presidente, C. Sainz. Vocales, José Gutiérrez, José Fernández
El pueblo adoptó su actual fisonomía con la edificación de las casonas de la entrada en los años veinte y el grupo escolar en los cincuenta.
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